Ya no estoy aquí

CUMBIA; EXILIO Y CONTRACULTURA

A unos días de su estreno, la película Ya no estoy aquí (2019) del director Fernando Frías, apuntala una invitación con miras a renovar la cinematografía nacional. Y es que su propuesta se construye con un equilibrio en el abordaje etnográfico de una sociedad golpeada por el crimen organizado y la falta de movilidad social, montados sobre una narrativa que huye del explotado melodrama mexicano y los clichés de los barrios bajos y personajes marginados que en ellos deambulan.

Ya no estoy aquí - Apócrifa Art Magazine

La historia se desarrolla en los arrabales de Monterrey (Refrescando el centralismo de la ciudad de México como calca de lo urbano), ahí conocemos a Ulises (Juan Daniel García Treviño) un joven que pasa las tardes con su grupo de amigos “Los Terkos”, con los que comparte además de condiciones económicas y familiares precarias, un código y fraternidad que se manifiesta en una serie de simbolismos cercanos a la “Cultura Kolombia” y los “Choloscolombianos, que da pie a una tribu contracultural que encuentra en las cumbias rebajadas y los ballenatos una forma de analgésico contra la violencia física y estructural.

La Cumbia para Ulises y sus compinches es algo más que solo música, es el último salvavidas en donde refugiarse de la hostilidad de su barrio, de los peligros de un entorno que devora a todos sin distinción. Teniendo como fondo el inicio de la llamada Guerra contra el narcotráfico, que hasta el día de hoy continua excretando sus secuelas, la cinta no se engancha en la parábola de la violencia y opta por indagar las implicaciones del exilio, la migración y el clasismo.

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Contada en viñetas largas que van del presente de Ulises exiliado en Nueva York, a su pasado regio en donde Frías retrata un contexto aunque hostil, también resulta fraternal. Con la calma necesaria para construir un buen relato, el punto de quiebre converge casi al mismo tiempo del regreso del personaje, solo para encontrar a su hogar y sus amigos completamente transformados.
Es interesante analizar las implicaciones que tiene el estreno de la cinta, pues Ya no estoy aquí transgrede el discurso

Cosmopolitan de un Monterrey que aspira a mimetizar con las ciudades del primer mundo sin atender la integración de las diversos estratos sociales, la diversidad de nuevas identidades que nacen en oposición a la homogenización del discurso hegemónico y los márgenes de lo social. Que cuestionan el clasismo, la migración forzada, los estereotipos en la construcción de identidades.

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La cinta ganó el año pasado durante su recorrido por festivales el premio del jurado y del público a la mejor película en el FICM. Y es que resulta imposible la indiferencia después de ver la cinta. Sus personajes empujan con la fuerza y cadencia de una cumbia, a sostener la vista a los barrios circundantes de la ciudad, ahí donde la policía no se atreve a entrar, donde sale a flote lo negado, lo soterrado, lo marginado; donde se fraguan amistades e historias que merecen ser contadas o bailadas.

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