Pesadilla en la calle del “buen gusto”

La venganza de Freddy Kruger

“Pesadilla en la calle del “buen gusto”: la venganza de Freddy Kruger”
A Esther,
por enseñarme el arte del terror

Las “grandes películas de la historia” siguen un patrón cultural similar: suelen ser producciones melodramáticas con grandes historias que engloban las problemáticas humanas bajo los aspecto técnicos que Hollywood ha impuesto desde los 40’s.

Por su parte, el cine “de arte” es el cine “periférico”, otras industrias no estadounidenses. Dentro de la corriente del “cine comercial” hay espectros que merodean asustando al canon a favor de un mercado nacional internacionalizado. Me explico. Que los ganadores del Óscar sean tan predecibles resulta de movimientos mercantiles, englobados, en una sensibilidad culturalmente impuesta por el cuasi-monopolio estadounidense. Estos espectros pocas veces ganan un Óscar. “El silencio de los inocentes” (1991) o “El Exorcista” (1973) formal e ideológicamente cumplen con los criterios de la Academia. Pero “Pesadilla en la calle Elm 2: la venganza de Freddy Kruger” no entrar en los marcos de aquel refinamiento. Y, la verdad, no los necesita.

Jack Sholder (Pennysilvania, 1945) creó con Freddy 2 un “clásico”. Su trabajo, minucioso, utiliza todos los medios gráficos a su alcance para cargar de significado la imagen. Es un director compositivo, “tarkosvkiano”. En cada toma, escena, a donde voltees, hay algo que ver, que expresa la situación, los personajes y atmósfera escrita por David Chaskin.

La fotografía, el maquillaje, los efectos especiales; en resumidas cuentas, el trabajo de todo su equipo está coordinado de una forma excepcional para el género. Que una película sea palomera no implica, necesariamente, una falta de calidad. Incluso, en este tipo de cine suele haber una riqueza creativa poco tomada en cuenta para el medio. Por ejemplo, las aves de la familia Walsher se escapan en una escena. La manera en que la borda Sholder es una locura visual. Tres perspectivas: la cámara (literal) vuela del narrador a la familia, de la familia a la aves (clara alusión a “The birds” (1963) de Hitchcock) y en primer plano, las aves explotan. El resultado: una escena onírica. Otra. En las regaderas preparatorianas asesinan al profesor de educación física. Todo el montaje es experimentación pura, efectos especiales, tomas y formas de explicitar que el señor Schneider podría ser gay.

A partir de ello se da un guiño al noir de aquella época, antros gay y sado. También hay alusiones al cine porno. Metáforas sexuales que parten de la pedofilia de Freddy. Además Sholder tiene un cariño por el cine europeo. Se atreve a interpretar el neorrealismo italiano, Fellini y los aportes de Jean Reinor con la rapidez elíptica hollywoodense.

Hacer blockbusters no le quita nada a un cineasta. Como dice Mckee, si Bergman no hubiera hecho “cine de género” tal vez nunca hubiera llegado a ser Ingmar Bergman. Y de todas formas, su “cine de género” ya tiene a Bergman en toda su potencia. El problema es, que muchas veces, no sabemos ver. Estamos llenos de prejuicios culturales, creemos que el poder hegemónico cultural es la Cultura, perdiendo de vista que cada expresión artística es más que una expresión estética inocente y se necesita de su contexto para entenderla.

Escrito por
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