Los “probablemente” no sirven para nada cuando el amor y las armas se dan la mano.
Charles Bukowski
Dice padre que hay que estar preparado para todo en esta vida. Que hasta el más piojoso de los rateros tiene un arma o mejor: dos. Y que más vale prevenir que curar. Que es lo que hay que prevenir, no tengo idea. Mucho menos lo de curar, en caso de que sea necesario. Pero no creo que eso interese demasiado. Además, me gusta la idea de llevarla conmigo: es pesada y siento el frío del metal en el bolsillo, al caminar.
Madre dice que así aprenderán a respetarme, aunque tampoco dice quién. Supongo que habla de los compañeros de la escuela, o los vecinos del barrio. Como sea, padre dice que nomás es cuestión de práctica, que luego uno se olvida hasta de que la trae encima y anda por la vida como quien carga una billetera gruesa o una petaca de aguardiente.
A padre nunca lo he visto cargando una billetera. Siempre que madre le pide dinero para comida, busca en todos los bolsillos de la camisa y del pantalón hasta que, por casualidad o una especie de magia triste, extrae algún billete doblado y maltrecho, humedecido por el sudor y rasgado en los bordes. Madre lo mira y le dice que eso no alcanza para nada. Pero padre siempre responde que no lo joda, que es todo lo que tiene y que está harto de que todo el mundo le pida cosas.
Lo de la petaca en cambio, sí. Tiene varias: una gris muy vieja, otra oscura y otra dorada, su favorita. Madre le dice siempre que ya está harta, demasiado harta de todo. Pero tampoco dice de qué. Yo creo que debe ser por lo que se gasta padre en balas y bebidas, pero apenas es una idea mía. Y a nadie le interesa lo que piense o diga un muchacho como yo: flaco, esmirriado, corto de vista, la cara llena de granos, la pierna izquierda que cojea. Con trece años recién cumplidos ya puedo hacerme una idea de lo que nos espera.
Probablemente por eso dice padre que hay que estar preparado para todo en esta vida.
