Biblioteca fantasma

Img - Biblioteca Fantasma, Ximena Labra, www.ximenalabra.com
Img – Biblioteca Fantasma, Ximena Labra, www.ximenalabra.com

Por ello soy callado; no solo por necesidad, sino también por convicción.
Franz Kafka

Escribo esta columna porque necesito un lugar donde sea lo que no es. Justo como escribió Pizarnik, la eterna, la inefable Pizarnik.

–Dos días. Cuando mucho, tres.

Dijo el hombre al que, muy dentro de mí, llamé Bob-el-constructor. Pero que en realidad se llamaba Cristian. O Patricio o Juan, qué más da.

–Habría que empezar a unos 40 cm. del piso.

Volvió a decir el hombre que, mientras se agachaba para tomar las medidas, dejaba a la vista su enorme culo flácido y peludo. Inmediatamente, empecé a llamarlo (siempre para mis adentros, entiéndase): Bob-el-constructor-que-muestra-el-culo.

La idea era simple: una biblioteca que ocupara toda la pared, algunos estantes, una pequeña luz empotrada que favorezca la lectura, un espacio para el escritorio, en fin: construir un refugio contra casi todas las miserias de la vida.

Ya pasaron veinte días. No dos, ni tres, ni una semana. Veinte días de martirio, ruido y polvo. Y lo peor: el refugio sigue a medio construir. Los estantes flojean contra la pared, la luminaria cuelga como un suicida olvidado, de los soportes se deslizan restos de yeso que parecen las babas espesas de alguna criatura. Bob-el-constructor-que-muestra-el-culo apenas si aparece cada tanto y esboza unos retoques, que nunca son finales, que logran extender la agonía y la desesperación del que calla por necesidad y por convicción.

Lo que no sabe Bob, ni Patricio, ni Juan, ni siquiera Pizarnik o Kafka, es que, una vez construida la guarida mental, es decir, la interior; la otra, la física, es decir, la material, acabará llegando más tarde o más temprano.

Y mientras tanto, nada mejor que subrayar al Roberto Arlt de Aguafuertes cariocas: “Vivir… vivir por completo al margen de la literatura y de los literatos”.

Nada más aconsejable que volver al diario kafkiano, donde un 14 de noviembre de 1911, anota: “Por la tarde, al dormirme. Como si la rígida tapa que abraza mi cráneo insensible al dolor se hubiera hundido hacia dentro, dejando fuera una parte del cerebro, expuesta al libre juego de las luces y los músculos”.

O revisitar el de Clarice Lispector, que un 8 de julio de 1972, también anota: “¿…amor será obsequiar al otro con la propia soledad? Pues es lo máximo que se puede dar de sí”.

O acaso, recortar al Millás que dice desde las páginas del periódico: “Porque lo que yo quiero es ser gente, pero no me sale”.

Aunque cuidado, queridos lectores, también esto es solo aparente. Ya dije que escribo esta columna porque necesito un lugar donde sea lo que no es.

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