Madonna y la historia del arte

Madonna

Este mes, como sabemos, cumple sesenta años Madonna. Pero hay un correlato de su trayectoria que ha sido poco explorado: su relación con la historia del arte; específicamente, la forma en la que Madonna se ha involucrado con distintos exponentes de las artes visuales, dentro y fuera de su práctica como artista.

No es ningún secreto que la carrera de Madonna se ha basado en el pastiche. Es del cine de Hollywood de donde obtiene la mayoría de sus fuentes visuales (en una entrevista en 1993, Madonna recuenta haber visto “cientos de musicales” para formular su gira The Girlie Show). Recordemos el video de Material Girl, donde homenajeaba a Marilyn Monroe. Es cierto, toda una historia de la cinematografía, la moda y el arte confluye en su figura. Sin embargo, su conexión con las artes plásticas amerita otra revisión.

A finales de la década de los setenta, Madonna se involucró en la escena artística de Brooklyn, donde era miembro frecuente del mítico club Danceteria y probó suerte con el movimiento no-wave. Fue en ese período cuando conoció al artista Jean Michel-Basquiat, con quien mantuvo una relación antes de que ella se volviera famosa. El repertorio del street art norteamericano moldeó ciertos momentos de su carrera, como puede notarse en la portada a modo de collage urbano de Everybody, su primer sencillo, así como en la presencia del arte callejero en los barrios hispanos de Los Ángeles en el video de Borderline. Mucho antes del aburrido debate reciente en torno a si el grafiti es arte o no, Madonna y compañía ya sabían la respuesta.

Madonna y Jean Michel Basquiat
Madonna y Jean Michel Basquiat

Es igualmente fascinante su relación con el artista Keith Haring, con quien mantuvo una estrecha amistad. En 1984 Madonna le cantaba al artista en el antro Paradise Garage con motivo de su cumpleaños, usando una chaqueta intervenida con diseños originales del pintor, quien le había pedido que interpretara Like A Virgin y Dress You Up, que, según una biografía oficial, le encantaba a Haring.

Cuando Madonna se casó con Sean Penn, recibió un regalo de bodas a manos de Haring y Andy Warhol: unas portadas de The New York Post intervenidas, que evidencian el interés de ambos artistas por el lenguaje sensacionalista de los tabloides. (Reina de la autorreferencialidad, Madonna retomaba las creaciones de Haring en los screen projections de su gira Sticky & Sweet en el año 2008).

Keith Haring, Madonna
The New York Post, intervención, Keith Haring.

Más sutil, su parentesco con Andy Warhol es innegable, puesto que el trasvestismo continuo, el reciclaje irónico del mainstream y el culto a la belleza son operaciones análogas en la obra de ambos. De hecho, el videoclip de Deeper And Deeper supone un homenaje a Edie Sedgwick y The Factory. Por su parte, el libro de fotos que Madonna publicó en 1992, SEX, contiene no pocos guiños al arte de Warhol, como la fotonovela erótica Dita in the Chelsea Girl.

Pero el punto focal de las referencias artísticas de Madonna recae en la obra de Tamara de Lempicka (1898-1980), pintora polaca asociada al art déco. El gesto teatral, andrógino y clasicista de los retratos de Lempicka influye de manera determinante en el concepto de sus videoclips Open Your Heart y Vogue.

Tamara de Lempicka, Young Lady with Gloves (1930), óleo sobre tela.

Madonna reiteraba la afinidad al proyectar ciertos cuadros de Lempicka durante dos de sus giras: Who’s That Girl Tour y Blond Ambition Tour, casi diciendo que sus espectáculos no son otra cosa que pinturas en movimiento, verdaderos tableau vivants. Años después, la pintura modernista serviría una vez más como punto de partida para otro de sus conciertos. Me refiero al cuadro Girlie Show (1941) de Edward Hopper, del cual obtiene no solo el título, sino toda la iconografía del burlesque de entreguerras.

Algo más podemos añadir en relación a Madonna y las artes visuales: su rol como coleccionista. Según el sitio ArtNet, la colección de arte de Madonna asciende a los 100 millones de dólares. Entre sus posesiones más preciadas, dos cuadros de Frida Kahlo, Autorretrato con mono (1940), y Mi nacimiento (1932). Sobran las afinidades entre ambas creadoras: las continuas puestas en escena autobiográficas, sufrientes o exaltantes la mayoría de las veces; la marcada confrontación con la hegemonía masculina; la incorporación de motivos populares y religiosos. El corazón sangrante, leit motiv en las pinturas de Kahlo, reaparece en las fotografías para el álbum Rebel Heart (2015). La identificación con Kahlo es de tal magnitud, que incluso le rinde tributo en las letras del bonus track Super Pop: “If I was a painter, I’d be Frida Kahlo!”

Frida Kahlo
Frida Kahlo, Autorretrato con mono (1940), óleo sobre tela.

Y si se trata de arte contemporáneo, Madonna ha reconocido admiración por el trabajo de artistas como Marilyn Minter, Cindy Sherman y Ai Weiwei. Por su parte, el rostro de Madonna aparece en numerosas ocasiones en los dibujos de Silvia Prada, artista española radicada en Nueva York, cuyas ilustraciones suponen una intersección entre la cultura popular, la identidad y la moda. Así, entre toda la marea de titulares que desatará su sexagésimo aniversario, no está de más recordar la insospechada relación de la historia del arte occidental con una de las más grandes artistas audiovisuales del siglo XX.

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