Los nuevos Math Men

En el año 2007 apareció por primera vez al aire una serie que al paso de los años se convirtió en referente y punta de lanza de la nueva época de oro de la televisión. Mad Men, creada por Matthew Weiner, trascendió más allá de lo estrictamente televisivo para instaurarse, no solo como un referente de la cultura popular de nuestro tiempo, sino también, como una ventana hacia los ideales, obsesiones y motivaciones de los hombres y mujeres que décadas atrás se encargaron de configurarla.

A lo largo de sus 8 años y siete temporadas, millones de televidentes fueron convirtiéndose en cómplices a la vez que espectadores de un microcosmos que jugaba el papel de víctima y victimario por igual en su encargo de conducir el proceder inconsciente de la sociedad moderna.

Mad Men

De entre las muchas cosas que esta serie ha dejado para el análisis, destacan entre otras, la idea de que el comportamiento de los grupos sociales, grandes o pequeños, puede ser moldeado con relativa facilidad. La segunda mitad del siglo veinte, de la que hoy somos herederos, se vio representada, al menos en occidente, por movimientos sociales, culturales, políticos, económicos y hasta científicos, forjados a golpe de ideales meticulosamente diseñados por personas, entes, consorcios o como queramos llamarles, que supieron darle voz y sobre todo imagen a la realidad del mundo.

Los modelos aspiraciones de vida que durante las últimas décadas se han instaurado como el estándar, son, en su mayoría, arquetipos diseñados paralelamente al devenir de los tiempos. Ya desde los años cincuenta, el sueño americano, que predominaba y hasta hace no mucho, seguía predominando, marcaba la vida, a manera de aparador, a la que hombres y mujeres teníamos que aspirar. Desde aquella década de los sesenta en donde se ambienta la obra de Weiner, hasta nuestros días, muchas cosas parecen haber cambiado. En las sociedades contemporáneas, consciente de que no en todas, se respiran aires de libertad, de vanguardia ideológica, de riqueza mediática e informativa y de constante evolución conductual.

Sin embargo, si tuviéramos que encontrar algún espejo con la realidad que se vivía por aquellos años, habría que decir que el principal reflejo es la construcción de nuevos modelos socioculturales diseñados a partir de las mismas estructuras que formaron a las generaciones anteriores. Los ideales que dominan hoy en día, por más disruptivos que resulten con respecto a la tradición, siguen siendo plantillas genéricas que se adaptan a los nuevos entornos. El cambio principal radica en los nuevos gestores de la realidad. La publicidad y los mass media han mutado en su forma, mas no en su esencia. La realidad no se construye más con tinta y rotafolio, en su lugar, millones de líneas de código en una pantalla, han pasado a ser los nuevos mad men de nuestra era.

Mad Men

Programadores de todas partes del mundo, toman la función de los viejos publicistas, el marketing adquirió en las últimas dos décadas una distribución más directa y eficaz mutando hacia los medios digitales. Esto no debería sorprendernos, pues a final de cuentas, la publicidad, como parte intrínseca de los medios de comunicación, evoluciona a la par de los mismos. Pero al igual que la publicidad de antaño, la que se refleja en la serie de televisión que hoy nos sirve como hilo conductor del tema, el marketing no solo se limita a la difusión de productos y mercancías de toda naturaleza, a la par de ello o incluso un escalón por encima, se encuentra la tarea de moldear los hábitos y costumbres de los núcleos sociales.

Y es que en una sociedad hiperconectada en la que las fronteras se diluyen, parecería que la penetración de los mensajes se esparce de manera exponencial. Hasta hoy, han surgido una cantidad de términos y conceptos que pretenden explicar o encasillar este fenómeno mediático. Aunque más allá de todos ellos, lo que mejor define su contexto en la actualidad, es quizás la libertad de acceso que se tiene respecto a la oferta tecnológica que sirve como herramienta en la construcción de la realidad.

No son pocos los debates que han surgido en fechas recientes acerca de los límites que las plataformas digitales guardan en diversos sentidos. Somos seres digitales, o como mínimo, vivimos una realidad digital paralélela a nuestra realidad física.

Facebook, Google o Amazon, por ejemplo, se han convertido en el estándar del nuevo emporio mediático, hablando en un sentido despreciativo. Y aunque ciertamente, sus márgenes éticos pueden ser difusos, lo cierto, es que la democratización de los medios permite a cualquier persona con una discreta formación en áreas computacionales, convertirse en gestor de la información y líder de opinión desde la anonimidad.

Las grandes firmas de marketing han sustituido de a poco a sus jefes creativos por programadores igualmente ingeniosos. Los hábitos de consumo cambian paulatinamente alrededor del mundo y el libre mercado adquiere un nuevo significado a través de lo intangible. Lo inmediato, lo novedosos, pero sobre todo, la sobreoferta de cualquier cosa es la norma que rige los patrones de consumo.

El concepto de Math Men, se acuñó recientemente en referencia a estos nuevos modeladores, no solo del marketing, sino de toda una ingeniería social que se sirve de las nuevas tecnologías para cimentar la base ideológica global. En esencia, son los herederos de Don Draper (personaje principal de la serie), quienes con un perfil diametralmente opuestos a la versión romántica del ejecutivo que se presenta en pantalla, construyen a los buenos y malos, así como sus escenarios en la puesta en escena que en última instancia supone el mundo moderno. Con todo esto, parecería que la única certeza con la que contamos al día de hoy, es el hecho de que la libertad de idea y acción, es un lujo cada vez más esquivo para la gran mayoría de nosotros.

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