Entre la ciencia y el entretenimiento

Neil DeGrasse Tyson - Miles Tsang
Img – Miles Tsang

Neil Degrasse Tyson

Entender a la ciencia como un elemento más de la cultura, es algo que nos resulta complicado. La investigación y el desarrollo científico y tecnológico ha sido, a lo largo de la historia, encumbrado erróneamente en lo más alto de los elementos que dan forma a lo que concebimos como abstracción. Y es a partir de aquí, desde una formación temprana, que la ciencia se entiende como un ente restrictivo al que solo las grandes mentes pueden llegar a tener acceso. Grandes mentes, aplicando los estándares pragmáticos que rigen y probado está, no necesariamente son una herramienta fiable cuando a la hora de estandarizar modelos de razonamiento se trata.

Por tal motivo, el mundo de la ciencia se ha visto, a lo largo de la historia moderna, restringido a un cierto nicho que pareciera resguardar con recelo su ciclo productivo cual si de artilugios mágicos se tratara. Lo cierto es que la ciencia no es sino un bloque más de los muchos que dan forma a eso que llamamos cultura, cuya definición, partiendo de ahí, ni siquiera es generalizada. Por tal motivo y en el entendido de que su naturaleza misma la aleja de los grandes públicos, cabe hacer un hueco para ella en los mismos canales de difusión que otros elementos culturales utilizan.

En medio de esta diatriba que no deja contentos ni a iniciados ni a aficionados en el tema, han existido, existen y seguirán existiendo diferentes personajes que ponen todo su empeño en tratar de conciliar ambas posturas. Bajo en nombre de divulgadores científicos, nombres como el de Carl Sagan, Brian Green, Stephen Hawking o el que hoy nos atañe, Neil Degrasse Tyson, navegan discordantes entre las vastas referencias culturales de colectivo. Se les identifica y en el mejor de los casos hasta se parafrasean muchas de sus aportaciones llevándolas al extremo de la simplificación. Pero para muchos de nosotros, la línea que divide al personaje de sus aportaciones es prácticamente imperceptible.

Si preguntáramos cuál es la razón por la que algunos de nosotros hemos conocido a Neil Degrasse Tyson, las respuestas serían tan variadas como los sectores, rangos de edad y hasta géneros que abarque nuestra encuesta. Icono de la cultura geek del nuevo milenio y personaje capaz de polarizar opiniones, algo poco visto para un hombre que proviene de la ciencia más pura, Tyson es al día de hoy una de esas figuras inclasificables que atraen reflectores y cuya opinión es referencia obligada cuando al hablar de razón se trata.

Por extraño que esto suene, fue viralizado en tono de broma a partir de la red social Facebook aunque lo que realmente le llevo a un público mucho más amplio, fue el relanzamiento de la extraordinaria serie televisiva Cosmos lanzada originalmente en la década de los ochenta por Carl Sagan y estrenada en una segunda versión en el año 2014 con Neil Degrasse Tyson como conductor. A partir de ahí, su imagen se ha convertido en el vínculo ineludible entre ciencia y cultura pop. Su personalidad afable y carisma acompañado de su particular visión sobre temas como la inteligencia humana o los lazos incompatibles entre fe y razón, atraen por igual a personas involucradas en el mundo de la ciencia como a todos aquellos que en principio no tendrían interés en dichas cuestiones.

Sin embargo, lo que resulta contradictorio con respecto a Neil Degrasse Tyson es que la inmensa mayoría de las personas que le identifican, lo hacen a partir de opiniones o posturas que este astrofísico norteamericano tiene o emite respecto a las aportaciones de otros pensadores. Poco se conoce en torno a su trabajo como científico experimental propiamente dicho. Esto es algo común cuando científicos formados dan el brinco al campo de la divulgación. Y resulta natural ante la comodidad de digerir contenidos que se apeguen a los formatos mediáticos vigentes.

La investigación de Tyson se ha enfocado en observaciones de formación y evolución estelar así como en cosmología y astronomía galáctica. Ha trabajado en numerosas instituciones, incluyendo la Universidad de Maryland, la Universidad de Princeton, el Museo Americano de Historia Natural y el Planetario Hayden. Sin embargo, su faceta como comunicador de la ciencia parecería opacar sus aportaciones como astrofísico e investigador. Sea como sea, Neil Degrasse Tyson ha tomado la estafeta que décadas atrás, Carl Sagan dejó vacante, convirtiéndose en la actualidad en el rostro de la ciencia contemporánea.

Sus posturas y opiniones, en ocasiones con cierto asomo de radicalismo, le han ayudado a ganar adeptos y seguidores, especialmente entre los sectores más jóvenes. Aunque también, y como consecuencia inevitable de la notoriedad forjada a partir de la ruptura, son muchos los detractores que le ven simplemente como un personaje mediático que lejos de difundir la esencia de los conocimientos científicos, vulgariza la imagen de los mismos a través de su sobre exposición en los medios.

Neil Degrasse Tyson, encabeza hoy una nueva generación de divulgadores que se valen de la gran oferta mediática y la democratización de los canales de difusión. Su trabajo en el ámbito de la comunicación ha servido como punto de partida para revitalizar las estructuras narrativas propias de la divulgación científica. Tyson y la nueva escuela, dan continuidad a la visión incluyente que décadas atrás fundó Carl Sagan y como tal, merece ser considerado, al margen de las críticas, como uno de los hombres y mujeres que están formando el pensamiento del siglo veintiuno.

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