Lo tienen todo

Silvina Ocampo - Apócrifa Art Magazine
Img – Paulo Neo, Cuentos completos, Silvina Ocampo, ed. Emecé

El cielo estaba cada vez más negro, y caía una lluvia finita de azúcar en polvo.
Silvina Ocampo

Quisiera mudarme a un cuento de Silvina Ocampo. Lo tienen todo: sordidez, encanto, ternura, sofocación, luminosidades angustiantes, ligerezas sublimes y más, mucho más. Y naturalidad, por sobre lo dicho. Naturalidad aplicada de la siguiente forma, para citar un ejemplo concreto; en el cuento “La cabeza pegada al vidrio” (Viaje olvidado, 1937) la narradora nos cuenta sobre una extraña aparición en los espejos de la casa –una casa de “niños débiles” a la orilla del mar, por otro lado– y en último párrafo, se nos dice: Mlle. Dargère, después de apoyar su melancolía sobre la balaustrada, que fue como una despedida a la belleza, subió corriendo hasta el espejo de su cuarto. La cabeza del hombre en llamas se le apareció del otro lado; vista de tan cerca era una cabeza picada de viruela y tenía la misma emotividad de los flanes bien hechos.

¿No les parece increíble, estimados lectores? Pues a mí, sí, déjenme decirles. Creo que podría sobrevivir a esos menesteres, a los baños diarios en el agua triste, con el bañador colgando a los lados, el rostro del hombre en llamas apareciendo tras los endemoniados espejos de la casa y los abrazos cálidos de Mlle. Dargère en el atardecer brumoso.

Otro ejemplo de naturalidad, para que vayan entendiendo de lo que hablo: en “Los funámbulos” (también de Viaje Olvidado) se cuenta la historia de dos pequeños hermanos asiduos a las piruetas circenses. La madre, sorda como una tapia, se ve obligada a trabajar sin descanso: Era una admirable planchadora; los plegados de la camisa se abrían como grandes flores blancas en las canastas de ropa recién planchada, y planchaba sin mirar la ropa, mirando las bocas de sus hijos.

Lo que no puede leer en las expresiones de sus pequeños son los preparativos de su gran salto heroico y final: el que los lanza de la ventana del tercer piso sin red alguna, sin protección que valga.

¡Ay, Silvina, Silvina! Quién pudiera mudarse a uno de tus cuentos.

Y es que lo tienen todo. Y más, mucho más todavía.

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