A su debido tiempo

A su debido tiempo, Apócrifa Art Magazine
Img – Paulo Neo

La realidad mata, la ficción salva.
Javier Cercas

¿No te parece que los pobres seres humanos somos cómicos hasta el ridículo? dice Kafka. Yo creo que sí, absolutamente, sin el menor atisbo de duda y lo repito hasta el cansancio, cada vez que se me presenta la oportunidad.

Y claro que pasarse la vida promulgando ese tipo de afirmaciones termina siendo, a la vez, cómico hasta el ridículo, pero ¿qué otra cosa puede hacer uno? O se lo es por una cosa o se lo es por la contraria, no hay salvación posible. Ya puestos a elegir, mejor y más sabroso resulta el pecado por acción, que por omisión, claro está.

Por otro lado, pierdo unos días en las Sierras de Córdoba, con un clima cálido ideal para la piel y el cuerpo; una paz ordenada y prosaica que tiende siempre a la mansedumbre, al relajo; unas caras sonrientes de gestos amables; una vista donde los colores y las formas se reproducen asimétricamente y donde los pájaros lo despiertan a uno cuando se olvida de poner el despertador.

En fin, que estas últimas semanas me he dedicado exclusivamente a perder el tiempo. Aunque, claro está, no de cualquier manera, puesto que obstinarse en perder algo tan intangible como pueden resultar grandes períodos de horas muertas, puede parecer fácil a primera vista, pero, créanme, nunca lo es. Sobre todo si uno tiene la costumbre de apegarse a ciertas rutinas, a ciertos hábitos más o menos estables.

Como digo, entonces, mientras alternaba entre dormir al sol o a la sombra, dar brazadas en una piscina un poco estrecha para mi gusto, comer y beber en abundancia y dar largas caminatas a la luz de la luna, estuve tan concentrado en mi papel de turista que apenas si tuve aire para sumergirme en la obra de Javier Cercas: “El impostor”.

La novela cuenta la historia del gran mentiroso y gran maldito de Enric Marco, quien se hizo pasar por sobreviviente del Holocausto para cosechar admiración, aplausos y algo más, seguramente. Se trata, como dice el propio Cercas, de una novela sin ficción, si es que esto es posible, claro.

Terminado el libro, he vuelto a mi papel de turista sin poder quitarme esta frase de la cabeza:¿No es una noble derrota lo máximo a lo que puede aspirar un escritor? Y yo creo que sí, absolutamente, sin el menor atisbo de duda. Y más allá de repetirlo hasta el cansancio, sabiendo que uno cae irremediablemente y sin salvación en el ridículo, me propuse escribir estas líneas que, con un poco de suerte, oficiarán de crónica, reseña, artículo sin ficción o como sea que a uno se le ocurra llamarlo, claro.

Porque me cuesta bastante despegarme de mi prolijo papel de turista, y el agua y la noche me llaman y apenas si encuentro tiempo para sumergirme en el teclado. Pero, entretanto, llega a mí la salvadora frase de “Ermitaño en París” del gran Italo Calvino, que dice: Yo escribo como consigo escribir: cada cosa a su debido tiempo.

¿Y qué cuernos tiene que ver la luna con todo esto, se preguntarán? Nada, obviamente, pero la foto es bella y quería compartirla con ustedes, queridos lectores.

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