(reseña de “Poeta chileno” – Alejandro Zambra)
La poesía es la primera víctima y la primera que se levanta de entre los muertos para decir que vienen nuevos días.
Raúl Zurita
La verdadera protagonista de esta novela es la poesía. La que se escribe a edad temprana, en los años en que todo es hallazgo y encantamiento. También la que escribe Enrique Lihn poco antes de morir, cuando dice: «De todas las desesperaciones, la muerte tiene que ser la peor». La que se le escribe al ser amado, aunque a veces se dude de si se lo ama o si, lisa y llanamente, ese ser existe. La que escriben los hijos sobre sus experiencias con los padres (o padrastros) y la que escriben los padres sobre sus experiencias con sus respectivos hijos (o hijastros). La de Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Pablo de Rokha, Nicanor y Violeta Parra, Roberto Bolaño, Jorge Teillier, Gonzalo Rojas y muchos, muchos más.
Pero, y como si todo esto fuera poco, la novela también habla de amores de juventud, separaciones, mudanzas, educación, feminismo, diversidad sexual y mucho más. Todo bien aderezado con un tono crudo, despreocupado, humorístico, por momentos. En la mejor línea del gran Bolaño, del español Vila-Matas o del mexicano Ibargüengoitia.
A propósito, dice Zambra en una de sus páginas: «La mayoría de los poetas chilenos escribe sobre el fracaso, así que podría decirse que hay poetas chilenos que escriben sobre el fracaso y se vuelven exitosos y hay poetas chilenos que escriben sobre el fracaso y fracasan».
Como dije antes, la verdadera protagonista de esta novela es La Poesía. Así, como acabo de escribirlo, con mayúsculas.
