Until the Kingdom Comes, la naturaleza es exquisita, imponente. Simen Johan presenta una serie de fotografías con una doble carga semiótica, por un lado el ser humano, ausente por completo, pero presente en el fondo de la imagen, en la nostalgia que se vive cuando se observa cada toma.
Por otro lado la naturaleza exquisita: un búfalo reposando, unas jirafas en medio de la neblina, observando más allá de la nube blanca lo que hay en las alturas, dos amingos en pleno baile de la seducción, y ningún hombre presente, es decir, la naturaleza en todo su esplendor, que no necesita del ojo humano para tener sentido, lo que es más, cuando el hombre desaparece es cuando comienza a tener sentido.
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La cámara es la presencia y la ausencia del hombre, es el símbolo de la relación enfermiza hombre-naturaleza. Eso es lo que se puede percibir en la obra de Simen, una añoranza, una nostalgia nuestra y una mirada en abismo, de ellos (los animales), que espera despertemos. Cada imagen es una mirada ja a nosotros mismos.