Notas sobre la libido floral

La representación de las flores como símbolo de la fecundidad y de la belleza son numerosas, antiquísimas y no exclusivas del arte occidental. Pero no todo es lo que parece. Un tópico tan transparente como éste puede resultar inquietante para algunos, sobre todo cuando lo que se describe es la presencia de una libido floral. Si bien la sexualidad de las plantas, sus órganos y procesos de fecundación son especialidad de los biólogos, numerosos artistas —tanto visuales como textuales— han reparado en el tema, aunque no siempre desde el lado más poético.

Para prueba mencionaré un cuento de Giovanni Papini, titulado ‘‘El enemigo de la naturaleza’’ (1931), en el cual el aturdido protagonista —un joven pintor seguidor de los preceptos del expresionismo abstracto norteamericano— se convierte en un asesino en serie de flores, cuyos inexplicables crímenes se fundamentan en una profunda aberración ante la desvergonzada sensualidad de los cientos de órganos florales que adornan los jardines que él destruye con ahínco.

Robert Mapplethorpe, La libido floral
Robert Mapplethorpe, Orchid and Hand (1983), fotografía, plata sobre gelatina.
Robert Mapplethorpe, La libido floral
Robert Mapplethorpe, Calla Lily (1986), fotografía, plata sobre gelatina.

Aunque debe reconocerse que el ficticio pintor ideado por Papini puede parecer un poco maniático, aquella atención compulsiva acerca de la flora encuentra su complemento en el fervor expresado por el fotógrafo estadounidense Robert Mapplethorpe, quien dedicó nada menos que dieciséis años (1973-1989) para retratar las provocativas poses de las flores que llegaban a su estudio en Nueva York. En las ‘‘fotografías florales’’ del neoyorquino se conjugan su interés por la experimentación técnica con su fijación por los desnudos excepcionales; dos asuntos que convirtieron las tomas en algo más que frívolos álbumes botánicos.

Pero es evidente que estos no son los únicos ejemplos de la representación erótica de las flores. De manera casi simultánea a los registros de Mapplerthorpe, el ilustrador británico Gerald Scarfe nos legó una de las escenas más emblemáticas en la historia del cine de animación, y del rock, en The Wall (1979). En la famosa secuencia que ilustra las tonadas de ‘’Empty spaces’’, lo que podría parecer la simple representación de un cortejo sexual entre dos flores que van adquiriendo rasgos antropomorfos se convierte en una batalla despiadada que no termina nada bien para uno de los implicados. Está de más mencionar que la atracción sexual ejercida por las plantas mediante las caprichosas formas de sus flores no es un asunto que concierna sólo a las abejas. Tal vez merezca la pena pensar dos veces antes de volver a regalar un inocente y húmedo ramo de rosas a alguien.

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