Lady Pink: Grafiti SuHistoria

Lady Pink - Apócrifa Art Magazine

Lady Pink es conocida como la Primera Dama del Grafiti. Comenzó su carrera de arte callejero en los años 70 en túneles de tren, barrios bajos y callejones de Nueva York. Originaria de Ecuador y establecida en Queens desde pequeña, Sandra Fabada, sin saber que construía una historia y un legado en el arte marginal, en High School logró colarse en TC5 (The Cool Five), una pandilla de chicos rebeldes que grafiteaban trenes y paredes, y rolar con TPA (The Public Animals). Entonces fundó un lugar femenino precursor en una subcultura dominada por hombres.

Poco tiempo después ya estaría exhibiendo en salas de arte al lado de grandes colectivos callejeros y artistas como Crash, Doze Green, Seen, Daze, Caine One, entre otros. En los años 80, colaboró con Jenny Holzer, con piezas que se encuentran en diversos museos del mundo.

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Y ahora, con más de 40 años de carrera, el Museo del Grafiti de Miami presenta por primera vez una celebración de su carrera en “Lady Pink: Graffiti HerStory”, con lienzos actuales que representan su vida, su activismo por la causa feminista y un muro homenaje con retratos de artistas que fueron sus mentores y amigos. Entre ellos, Mare, Daze, Lady Heart, Lee, Demo TPA, Caine One, KEL139, Crash y Seen TC5.

En ‘HerStory’, el género femenino es indisociable de su carrera y de la brecha que abrió otorgando el poder de su valentía en una clandestinidad vertida en cuatro letras flagrantes que viajaban en algún vagón para la vista de los neoyorquinos: PINK. El nombre estilizado lo habría dejado Lady Pink en la madrugada antes de escapar a toda velocidad de las garras de la policía o de algún delincuente.

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En aquella época, cuando el grafiti no era considerado arte, Lady Pink brincaba de reuniones con Crash, Basquiat, Keith Haring y Warhol a los rieles del tren en los márgenes de una ciudad en permanente insomnio. Dejaba en el acto vandálico un sello creativo, un nombre, un arte sin escuela nacido de la naturaleza creativa y la disidencia. Y poco a poco en el letargo que tomó la escena del arte en aceptar al street art como un género más del arte actual, las piezas de Lady Pink han ido formando parte de colecciones como Tate Modern, The New Museum, Brooklyn Museum, entre otros. En 2019 el MoMA adquiere la pieza ‘Trust visions that don’t feature buckets of blood, 1983-84’ para su colección permanente, la cual se puede apreciar de manera monumental apenas entrando al piso dedicado al arte contemporáneo.

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A lo largo de los años, y en su paso de lo vandálico al lienzo y al grafiti permitido o encomendado, su mensaje sigue caminando en el mismo sentido: la celebración de lo femenino y la protesta por la desigualdad y las injusticias hacia la mujer, una voz levantada por los desafíos que enfrenta el género: los encarcelamientos, los embarazos adolescentes, la exclusión en el arte, la denigración del género y la desigualdad de oportunidades. Actos que desde pequeña hacía sin siquiera conocer el concepto “feminismo”. Ella descubría en sí misma un poder innato que otras mujeres tenían silenciado o controlado. Ella dejaría un mensaje por aquellas que no podían.

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Al mismo tiempo, y de la mano de otros chicos, construían un movimiento con letras estilizadas y dibujos fugaces, dejando no solo una historia urbana, sino, según Lady Pink, la mayor influencia estética de la historia. Su generación creó una escuela de arte callejero sin precedentes. Los actuales “letristas” y grafiteros deben su trabajo a esta generación que, sin saberlo, dejó inscrito en la metrópolis un arte ilegal pero democrático, humilde y potente que llegaría a más gente que los museos. Con todo y todo, Lady Pink abandonó el acto vandálico: en 1993 fue la última vez que pintó un tren, pero en esa transición, su trabajo conserva el prolífico acto de rebelión, el empoderamiento a mujeres y la vía urbana de expresión personal.

Lady Pink: Graffiti HerStory
Museum Of Graffiti
299 NW 25th st. Wynwood, Fl.

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