La vanguardia no se pierde, va directo al blanco, al equidistante campo de batalla, ahí, los colores se sublevan en el grito poderoso de la imaginación. La pincelada no se contiene y las explosiones bailan prodigiosas sobre el lienzo, como la figuración de un instante remoto; las tentaciones del movimiento renuevan el aliento centímetro a centímetro, el aliento cromático da para más, y el latido de la creación estalla, el artista mueve de un lado al otro la bandera que precede a una victoria personal.
¿La obra ríe, llora? Emite emociones a lo lejos, la pupila humana capta el eco azorado de las figuraciones, que tocan a la puerta secreta de la curiosidad, los presentes, observadores de infinitas realidades no pueden contenerse ante las renovación creativa; ninfa invisible que juega en el óleo para dejar entrever el relato pictórico que estremece singularidades, la historia del autor donde las intenciones conjugan la pasión y el amor siguen presentándose en el manifiesto indivisible y propio del creador; oración inherente, donde sólo la pintura y el artista conocen el significado, llegará de los cielos a los infiernos, trascenderá donde se hilvana el espíritu de los creadores, aquella plaza blanca donde los artistas piensan y aman en tonos que solo ellos privilegiaron con alma, y pudieron darles vida.
La lívida inspiración retuerce y distorsiona la creatividad, las dimensiones pictóricas, la ruptura de la luz entre los contrastes, se divierte en marcha conjunta con el artista, éste columpia los colores, creando tormentas audaces, pincelada a pincelada coloca el clima exacto, en obsesiva atmósfera, en desorden busca agitar al espectador para centrarlo a los pies de la revolución; el color conversa atrae y cautiva al emergente idealista.
Vertiginosa la obra de Daniel Neufeld, abre una nueva página en el expresionismo puro. Sin dejar de lado la tradición artística, este artista de la combinación busca la magnanimidad de la composición cromática; los siglos de dicha tinta en colores nunca habían hablado con tanta aseveración detrás del cuadro. El proceso de cada obra es un precedente inesperado de la creación infinita, un golpe de ingenio donde el retrato de los sin sentidos es el que emula la vida tangible, aquella que se cierne en la confianza absoluta, en las lejanías del alma detrás del biombo de la subjetividad, donde tanto el público como el creador son presas del simbolismo personal hora tras hora.
