La guerra tiene efectos perennes más allá de palabras e ideologías, la guerra desata con todo su aliento la destrucción de la humanidad contra sí misma.
El proyecto Inter vitam et mortem del fotógrafo ucraniano Maxim Dondyuk puede interpretarse como una reflexión sobre las cicatrices que dejan las guerras en las almas humanas. No hay un solo retrato deshonesto en la serie documental que nos enfrenta a la guerra desde una zona segura.
Alejados de las revistas periodísticas que acusan un momento difícil desde la parte comercial, este tipo de proyectos documentales miran en la dirección de otros medios como los digitales o las galerías de arte.
Dondyuk, quien se ha enfrentado a la guerra ya en otros proyectos, Crimea Sich, 2010-13 y Culture of confrontation, 2013; recrea para nosotros las consecuencias de un conflicto enmarcado en escenas de inquietante silencio. Una exploración de los territorios del este de Ucrania, devastados por la guerra, hogares, escuelas, hospitales, fábricas, puestos de control, todos envueltos en un claro manto espectral que no oculta la bélica colisión de las municiones y su patente
Las consecuencias del conflicto se palpan a través de estas imágenes a pesar de la incomprensión de su contexto, las imágenes de guerra son quizás las más conocidas desde el siglo XX.
Inter vitam et mortem trata sobre las cicatrices que dejan las guerras la humanidad, trata del vacío y la soledad, la guerra se transplanta entre las memorias, se ensaña y cambia a todos y todo, a los soldados que regresan y se vuelven anónimos, a sus familiares y amigos, a la población y a los niños que afrontaron ese entorno que perdurará en su espíritu.
Esta serie, a diferencia de otras de Maxim Dondyuk, tiene un enfoque más íntimo que se vale del lado estético para transmitir sentimientos más profundos.
En cuestiones de guerra, nadie gana, todos pierden.