De cómo Erik Satie renació en un compositor nipón…

…y demostró que tenía razón en su concepción musical

Parte 1

Nació en Nagoya, Japón, en el año 1961. Creció con la ola inglesa, el jazz japonés, la escuela de Miles Davis, Bach y el pop nacional. Koji Kondo nunca imaginó que el tema de un videojuego daría la vuelta al mundo y lo volvería un icónico musical para las nuevas generaciones.

Estudiante en la Universidad de Artes en Osaka, fan, en estos momentos del jazz y del rock, participó en diferentes bandas haciendo covers de rock experimental y de los éxitos de la época. Desde los cinco años había iniciado sus lecciones en un órgano electrónico. Con un gusto ecléctico, la influencia de la música “latina” y sus ritmos sincopados se muestran en su trabajo. Hacer música para videojuegos es algo serio.

En el año 84’ la gran compañía de entretenimiento, Nintendo, buscaba compositores y programadores de sonido. Kondo, por azar, aplicó para el trabajo. Quedó contratado. Sin una formación dentro de la música académica, sin un demo, debía programar y componer en 8 bits todas las partituras que le fueran asignadas. Su primera obra, Punch Out! fue para las arcadias o maquinitas de la esquina. Después de ello, vendrían Soccer, y ese mismo año –1985– , con el éxito comercial del Famicom, haría un clásico indiscutible: Super Mario Bros. Sin pensarlo, y al año siguiente, le seguiría el score de The legend of Zelda. Ambas obras son la marca de su estilo y trabajaría, de una forma u otra, en las secuelas sucesivas sin excepción, fuera como director de sonido o como creador directo de la música.

Y es que Nintendo –antes del Xbox, de las revoluciones del Playstation– fue la compañía más fuerte en el mercado. Lo demostró en el año de 1996 con el Nintendo 64, una revolución técnica para su quehacer musical. Con 35 años de edad, y varios años de experiencia, Kondo tenía ahora una mayor capacidad de sonido, nuevos instrumentos y más libertad creativa y de experimentación. Con 64 bits de procesamiento, sus sonidos digitales formaban nuevas atmósferas, y al igual que en el Famicon, y el NES, con Mario 64 y The Legend of Zelda: Ocarina of Time, imponía dos bandas sonoras que aún nos conmueven y pueden ser disfrutadas como música con derecho propio.

La importancia del trabajo de este artista es que, a partir de medios limitados, una consola de 3 canales básicos: clicks, notas ruidos “eléctricos”, y, además, un sonido blanco para percusiones, inventó temas más que conocidos de la compañía. Con Koji Kondo y su equipo nació el chiptune y rasgos distintivos en electrónica de los 00’s (Crystal Castels, Justice, el grime, etc.) en su forma más acabada, a excepeción, tal vez, de Nobuo Uematsu, con una nueva frontera musical que alcanzaría, junto a una serie de diseñadores, programadores y storytellers, un arte propio, empacado como producto comercial para un consumo global y masivo.

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