De cómo Erik Satie renació en un compositor nipón…

…y demostró que tenía razón en su concepción musical

Parte 2

Mi ambición estriba en volverme un artesano…
-Yasujiro Ozu.

Satie fue un músico de segunda para sus contemporáneos. Ignorado, sobrevivió tocando canciones populares en cabarets. A partir de ello utilizó todos los medios cultos y no cultos de su contexto musical para crear lo que más tarde se conocería como música ambiental. Sin llegar a los límites de Schönberg, él inventó juegos musicales con un estilo propio logrando atmósferas específicas.

Kondo retomó esa herencia melódica y armónica, no propia de la “música clásica”, dando con canciones que ambientan y representan, de manera sonora, lo que aparece en el videojuego. Él llega a las mismas conclusiones musicales de Satie a inicios del siglo XX: la sencillez – sea en la melodía, armonía o ritmo– no implica un “arte menor”. La aparente sencillez musical es un mérito en sí mismo.

Pero Kondo no se cerró únicamente a la creación de soundtracks. Ciencia y arte van de la mano. Su trabajo también involucra la investigación en el campo de la computación y los instrumentos electrónicos. Koji Kondo, junto a Nintendo, explora diferentes limitantes técnicas en cada consola para el desarrollo de su obra. Además, ayudó a expandir aquellas limitantes técnicas hasta llegar a las grandes bandas sonoras orquestadas, presentes en lo más reciente de su trabajo. Si al principio eran tan solo 3 canales, ahora podemos escuchar un videojuego en Dolby Digital, 5.1 canales, con una orquesta interpretando lo que al principio era “ruido”. De esta forma, rompió sus propios límites musicales, llegando a tener temas con presencia internacional en una escala que, tal vez, nunca imaginó.

El arte de Koji radica en la forma y el medio limitado donde creó melodías tan memorables. Superadas las limitaciones técnicas, con nuevas posibilidades y espectros sonoros, no se detuvo para experimentar en su propia música. Incluso, cuando retoma temas clásicos, siempre los lleva a nuevas experiencias sónicas, según sea el ambiente que necesita para el proyecto. No sólo esto, su música ha salido de los videojuegos y podemos escucharla interpretada por otros músicos tanto en formato “clásico” como en formato “comercial”.

Los videojuegos cuentan con una dimensión estética propia. Pueden ser obras de arte. La música de un videojuego funciona como la música en las películas: es un elemento imprescindible. Nos envuelve en la experiencia que tenemos frente a nosotros. No es una pérdida de tiempo ni de talento, como llega a creerse en cierto círculos, ni un “arte menor” como pretenden ciertos intelectuales que viven en el mito individualista, sin darse cuenta que el arte está más allá de la concepción europea conservadora del mismo.

Cada material, cada representación simbólica tiene su forma y su medio, con capacidades diferentes para emitir un mensaje y sensaciones a quienes lo experimentamos. El arte vive aunque pongamos resistencia frente a sus transformaciones.

Parte 1>

Escrito por
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