La mujeres son un grito que se extiende por las calles de todas las ciudades del mundo, su voz va pintando muros y enfrentándose a las miradas de personas que reprueban las pintas y las consignas, quizá porque la realidad pesa tanto que es imposible comprender lo que sucede.
Las mujeres caminan por las calles con el puño en alto y los ojos furiosos. Su consigna es clara -despenalización del aborto y educación sexual-. Algunas personas no logran entender la profundidad de los reclamos, se pierden en las ideas absurdas de patriotismo y moral, se pierden en prejuicios arraigados en sus ideas de bien y mal. Los pasos que dan los contingentes de mujeres revolucionarias son contundentes, nada las detiene, ni los grupos provida que se encuentran a su paso, ni las protecciones metálicas que pretenden bloquear el acceso a sitios históricos, ellas continúan con el megáfono, las pancartas, los gritos y las cacerolas, ellas siguen tomadas de la mano sin olvidar que el puño sigue en alto.
La marcha sigue, va dejando marcas verdes en los muros, en los cristales, en las estatuas, en las motocicletas. Las mujeres continúan tomando la ciudad para que su voz sea escuchada.
Nada puedo decir de su forma de actuar, solamente puedo levantar el puño y esperar que ningún muro quede limpio, esperar que los monumentos se pinten todos de verde, rosa y morado, esperar que todas las estatuas de la ciudad amanezcan con un pañuelo verde en su rostro hasta que sus demandas, las de las mujeres, sean escuchadas y realizadas.
Por lo pronto sólo queda esperar ver lo que el 28S ha logrado cimbrar en la ciudad y su gobierno.
