Una crisis

El verano - Apócrifa Art Magazine
Img – Alberto Valdés (EFE)

Yo que vine a este mundo a veranear y nada más. A veranear y a incordiar un poco.
Roberto Bolaño

Atravieso una crisis. Y como estoy a mitad de ella, no sé si es buena idea hablar del asunto. Pero ya ven, gana la costumbre y uno termina sentándose al teclado para intentar desentrañar el asunto. Por otro lado, es verano. Y ya se sabe que las crisis veraniegas son las peores.

Atravieso una crisis y casi lloro al encontrarme con las palabras de Raymond Chandler en El simple arte de escribir: “¿Qué hago en mi vida cotidiana? Escribo cuando puedo y no escribo cuando no puedo”. O las de Dostoievski en Diario de un escritor: “Verano, polvo y calor, calor y polvo. Se hace cuesta arriba quedarse en la ciudad”.

Lo que caracteriza a esta crisis es su estructura netamente imaginaria. Pues resulta que tengo la maldita idea, recurrente hasta la demencia, de que cada cosa que escribo es la última que escribiré en mi vida. Intento consolarme diciéndome que siempre me quedará el placer de leer, de volver a los clásicos, de conversar con los viejos y queridos muertos. Pero nada de eso ayuda, a decir verdad. La terrible desazón sigue ahí, acechando tras la página en blanco, ante la columna vacía y blanquísima como los dientes de una joven muerta en la flor de la edad. Desvaneciéndose, eso sí, a medida que el texto avanza y la página se llena de caracteres uniformes.

Voy a serles sincero, me siento como el embajador de México en Argentina: un ladrón que actúa más por mero gusto que por necesidad. Un ladrón como el de Ambrose Bierce, que escribió alguna vez, seguramente pensando también en veranos y viajes:

“Se cuenta de Voltaire que una noche se alojó, con algunos compañeros de viaje, en una posada del camino. Después de cenar, empezaron a contar historias de ladrones. Cuando le llegó el turno a Voltaire, dijo:

–Hubo una vez un Recaudador General de Impuestos –y se calló.

Como los demás lo alentaron a proseguir, añadió:

–Ése es el cuento.”

Atravieso una crisis de días perdidos, de horas enteras mirando pasar el sol por la ventana. Una crisis de espera, de indeterminación. Todos los libros leídos, todas las páginas de los diarios, todas las variables sopesadas.

Y no se me ocurre más que agregar. Excepción de la frase del gran Roberto Bolaño en Los sinsabores del verdadero policía: “Que todo sistema de escritura es una traición”.

A partir de ahora, me apegaré al método Chandler: escribiré cuando pueda y no escribiré cuando no pueda. Es verano y todo me incordia un poco. Ése es el cuento, queridos lectores.

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