Tradición y ruptura en Brasil.
La italiana Achilina di Enrico Bo, conocida como Lina Bo Bardi (Roma, 1914-São Paulo, 1992), formada como arquitecta en la Italia de los años treinta, llegó a Brasil en 1946 junto a su marido, el crítico y coleccionista de arte Pietro Maria Bardi, formando parte de la gran ola migratoria europea de la postguerra, pronto se entusiasmaría con su nuevo país de acogida. Desarrollando con amplitud creativa y dinamismo multifacético –como arquitecta, museógrafa, diseñadora, escritora y activista cultural– una propuesta artística y social que abordaba las complejas relaciones entre la modernidad y la tradición, entre la creación de vanguardia y las costumbres populares, entre la individualidad del artista moderno y el trabajo colectivo del pueblo.
A través de la obra bobardiana recorreremos una “cartografía de lo desconocido” que entrelaza ciertas exposiciones que ella misma organizó para descifrar los aspectos menos conocidos de Brasil y revelaremos un novedoso panorama artístico y cultural brasileño de la segunda mitad del siglo xx. Sus proyectos fueron una especie de manifiestos sociales en apoyo de la historia de aquel territorio. Su multiculturalidad también fue mostrada por la arquitecta en exposiciones, montajes y surgimiento de edificios que posteriormente fungirían como museos, incluyendo su propia vivienda conocida como “la Casa de Vidrio”.
Como esta, sus diversos proyectos abonarían a la modernización arquitectónica de Brasil, reconociendo en todo momento el mosaico cultural y ecológico del territorio, al mismo tiempo que plasmaría su interpretación del nuevo mundo en una suerte de mezcolanza inversa donde a diferencia de la tendencia general de aquellos años en América de imponer o copiar modelos Europeos en las urbes y la concepción del arte como expresión político- cultural, se preocuparía por preservar los elementos rituales y ancestrales de gigante amazónico.
Su legado e influencia puede palparse en la tradición y ruptura artística del Brasil contemporáneo donde se mezcla y subvierte lo europeo, lo indio, lo negro y lo nativo del nordeste de aquel país. Su obra refleja el sentir de Lina y de una extensa comunidad de inmigrantes y creadores locales que amaron Brasil y participaron en su construcción desde esa misma aspiración a la libertad creativa. Lina afirmaría: “Soy extranjera en cualquier parte. Es muy bueno no ser presa de nada. La libertad es muy importante”.
Las artes populares y los adornos personales (collares, tocados, etc.) que Bo Bardi encontró en Brasil –y que reunió, fotografió, catalogó, conceptualizó y exhibió– no eran creaciones de artistas individuales, sino manifestaciones tribales colectivas, transmitidas de una generación a otra, hechas en común anónimamente y, precisamente por ello, fueron para la óptica plenamente moderna.
En síntesis, la praxis de su obra se refleja en la metamorfosis arquitectónica del Brasil de aquellos años, sustentada en la correlación de la naturaleza con el crecimiento urbano (arquitectura natural) que involucraba a una sociedad que se unificaba bajo una identidad nacional que hasta hoy continua asentándose en su multiculturalidad.
Así mismo en su faceta museográfica, partió de una postura clara al presentar la cultura brasileña no como gesto de exhibir una condición precaria, sino como revelación del arte integrado en la vida, en donde no es percibido como un objeto simbólico y de consumo decorativo; sino en un balance entro lo cotidiano y lo estético.
