Una hora de su tiempo

Una hora de su tiempo - Apócrifa Art Magazine
Img – Dani Keral

Todos los ironistas son inofensivos,
excepto si quieren utilizar la ironía para insinuar alguna verdad.

Fernando Pessoa

A esta columna le he dedicado varias horas: la empecé un domingo antes del mediodía; terminé el esbozo general la tarde del martes; la noche del miércoles hice ligeras correcciones, cambiando algunas comas y agregando algún signo de puntuación. Por fin, el domingo siguiente, tuvo título y luego, el epígrafe correspondiente con el cual me gusta matizar estos articuentos –nombre que nos gusta usar para estos textos a medio camino entre la dudosa realidad y la inconcebible ficción que nos rodea–.

No es por presumir pero me quedó tan genial que incluso pensé que merecía un aplauso cerrado, una pequeña ovación. Así pues, hice a un lado la taza de café, me levanté del sillón y frente a la ventana abierta, me deshice en vítores mientras entrechocaba las manos con furia, hasta que me ardieron las palmas.

Algunas personas que entraban al supermercado se pararon a ver que sucedía, pero al darse cuenta de que se trataba de un simple alborotador, pronto siguieron su camino hacia las góndolas sucias y los productos de descuento. Solo el viejo linyera que dormitaba a un lado de la entrada, pareció revivir de inmediato. Aprovechando la ocasión para unirse al revuelo, agitando las palmas e incluso, improvisando un pequeño baile. El asunto duró poco, apenas unos minutos, pero fueron suficientes para renovarme las fuerzas y decidir que el asunto quizás se merecía un texto aparte, un articuento tan logrado como el anterior, el del aplauso.

En resumidas cuentas: el cajero del supermercado sabe bien cuánto le pagan por su hora de trabajo; el albañil, lo mismo; la dentista, la psicóloga, el taxista ¿acaso lo saben?

Volví al escritorio mientras el linyera volvía a darle un nuevo trago a su cerveza y se ajustaba la gorra para descabezar otro sueñito antes del mediodía. Ahora bien, que hoy me he despertado con esta duda terrible en las entrañas:
¿Saben Ustedes, queridos lectores, cuánto vale una hora de su tiempo?

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