La rutina levanta muros estáticos, muros inquebrantables que la obra de Federico Díaz pretende derribar.
En su instalación outside itself, el artista supera las fronteras que existen entre el mundo y el hombre, fronteras que hemos dado por llamar rutina. La rutina es el velo que no nos permite ver-poseer la realidad en su total expresión.
Salir de sí mismo es dotar al otro de movimiento, justificar su existencia y la propia. Cada una de las esferas negras que conforman la pieza artística (instalación) resultan ser un cúmulo de información, de energía que representa a cada uno de nosotros. El espectador siente, al observar la obra, una especie de empatía con ella, se siente esa bolita diminuta que debe resistir a la otra que es colocada junto o encima de él.
El movimiento perpetuo de la sociedad se representa en la obra de Díaz, el hombre-masa se convierte en parte de ella, se vuelve la obra misma cuando se pone frente a ella. Para el hombre-masa voltear hacia dentro de sí mismo es un ejercicio ajeno, que le resulta completamente extraño, y de esa extrañeza es que se nutre la obra, del querer salir de sí mismo.
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