De amor y desamores

Katya Koro - Apócrifa Art Magazine
Img – Katya Koro

El ruido de la cama

La mañana había transcurrido entre el canto de las golondrinas y el aburrimiento de mis frías sabanas que reflejaron los años idos. Años en los que el complejo evidenció el desastre de nuestra relación, mi mujer no soportaba que tocara las lonjas de su estómago y viera las estrías que dejaron nuestros hijos, intenté convencerla que la amaba más que a su cuerpo pero sus gritos hacían que mis sueños se consolidaran en la sala de la casa. Su cuerpo había presentado la metamorfosis más bella que mis ojos y lienzos contemplaron borrando todo cliché de perfección de cuerpos de la televisión que tanto me aburría.

Me encantaban sus pechos caídos, la flacidez de su vientre y las estrías que danzaban en su piel, himnos que recordaban que vivimos entre el ruido de la cama y las calles de esa séptima fría de la que tanto se quejó. Hoy se firmó el divorcio y el ruido de nuestra cama ante esa perfección de su cuerpo sigue atormentando mi lacerado corazón.

Recorriendo sus pasos

Recordé que nuestra historia nunca se escribió entre rosas y días de sol. Silvia y yo nos conocimos en el bar que solía frecuentar los viernes cuando salía de mi trabajo. Descubrí que detestaba los días de invierno, las comidas chatarra, y la música rabalera que le recordaba los golpes de su padrastro. No deseaba que tuviéramos una relación estable lo que presencié en su casa era suficiente para creer que nuestra relación se reducía a conversaciones del mundo, relaciones sexuales y aguardientes, momentos que me alegraban pero alejaban la posibilidad de un nosotros. Cuando le confesé que la amaba su frente se ciñó y permaneció largo rato en silencio, prometiendo que hablaríamos después del tema…

Han pasado seis meses y no regreso al bar. Sigo recorriendo sus pasos entre las orquídeas que tanto amaba, y sus fotografías se aniquilan entre mis lágrimas del ayer.

Rastros del invierno

Las noches frías anunciaron que nuestra historia culminaría. Sentado en la silla de nuestro jardín recordé que Emilia no regresaría a iluminar nuestra habitación. Mi desinterés por ser padre y el amor a las cervezas de los viernes cansaron su corazón. Intenté conquistarla con las orquídeas que alegraban sus ojos celestes y los chocolates de la vieja Nancy que fueron testigos de tantos besos en invierno.

Nada funcionó, ella dejó de amarme y partió con los rastros del invierno que se convirtió nuestra vida.

Buscándola

Las noches de noviembre se habían robado la dulzura de sus manos. Antonia, no regresó a casa porque no pudo soportar mis infidelidades y el desperdicio de mi sueldo cada mes. Los lunes frecuente su trabajo con la ilusión de encontrarla a la salida, obtener su tan anhelado perdón que jamás llego. Su desprecio no se hizo esperar y manifestó que me alejara de su vida, entre lágrimas lo hice.

Buscándola continuo mi vida, y hoy será la señora de Bustamante que lacera mi corazón en la iglesia del sur.

Vivir entre silencios

Intenté explicarle; que los días de otoño se irían pronto de nuestra vida. No quiso escucharme y alisto su maleta vinotinto, se ha ido al sur. Le escribí varias cartas, pero nunca hubo una respuesta a mi afligido corazón, Susana había olvidado la primavera de nuestro amor.

Empecé a vivir entre silencios y comprendí que caminaría sin ella, el resto de mis días de aflicción que provocó su partida.

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