Museo de pensamiento a cielo abierto en Buenos Aires
Oh Buenos Aires. Eres la amante más cruel. Vos sos la culpa del cambio climático, toda. Brota, del cemento, una gota. Tu temperatura es agua con fuego dentro. Manifestaciones, todo el tiempo. ¿Siempre hay algo que decir? O es tiempo de hacer. El mundo entero pide cambio. Lo deseamos. Lo sentimos y manifestamos. Es justo y necesario. Brisa al atardecer. Ideas. Nuevos movimientos. Nuevos rumbos. Soluciones a través del arte. O gracias a él.
Camino por la ciudad. Microcentro, San Telmo, la 9 de Julio. Casi todos me dicen, ¿cómo podes vivir ahí? Yo amo señores, ese folklore de locos, hippies y soñadores. La calle se transforma en escenario. Una señora hace las compras con su “changuito”, los niños en bicicleta, filósofos en los bares. Quejas, eternas quejas como un lejano tango. Y ahí está, de repente. Escuchando a Cerati en mis auriculares, volando en la furia, me explota arte en la cara. Milagro de unos años, la ciudad se convirtió en museo a cielo abierto. Para el placer de todo el mundo.
Amigos todos, en el sur del mundo, donde el río es plateado, están brotando cosas. Gracias al cielo, quizás aún no las entendemos, pero las olemos. Lo paralelo, lo marginal, lo distinto, está tomando vuelo. Somos nosotros, los amantes de la libertad, los que debemos soplar este fuego.