Escribir es una de las actividades humanas más antiguas de la humanidad, es casi tan primitiva como la invención del lenguaje mismo. El plasmar con figuras conceptos abstractos dándole forma a nuestras ideas, a nuestras ilusiones, a nuestras historias que llegamos a imaginar continuamente o a realidades concretas que queremos desarrollar y explicar con algo de tiempo. La escritura ha evolucionado con nosotros y ha evidenciado la realidad misma de quien la escribe relacionándola con su entorno y con su forma en cómo se percibe el mundo. Es en esa percepción donde una novela puede contar la misma historia desde una perspectiva totalmente distinta resignificando la realidad y ampliando el panorama del entendimiento o comprensión.
Existen obras que se han compuesto, que se han escrito tratando de esclarecer el entorno de quien la inventa, procurando hacerse de lo real como un claro retrato del mundo en el que vivimos pero existen otras tantas que se componen bajo una ambiente alterado voluntariamente permitiendo que la imaginación viaje a niveles distintos a los que la acostumbramos ejercer.
Estas obras, que bien no sólo son escritas, han trascendido por permitir que experimentemos los pensamientos alterados desde una perspectiva poco confusa, como sumergirse en el cosmos de lo extraño teniendo la claridad de la que todos nuestros sentidos nos permiten. Estas obras hablan de nosotros mismos, de quiénes somos ante la mirada de los demás y ante nuestra mirada misma porque ingerir algún estupefaciente pensando que todo será positivo es un grave error que estas obras no se permiten, ya que son el reflejo de la ansiedad, pereza, angustia, euforia, excitación, cólera, enfermedad y demás emociones difíciles de controlar cuando los sentidos se confunden.
Muchas personas pueden decir que drogarse no permite crear con claridad, que obstruye al artista el acceso a las emociones perdiéndole durante el proceso, pero puede que esa sea la idea del artista al crear bajo nuevos efectos en su conciencia, expandirse, perderse, apartarse del camino que bien conoce, que ha utilizado continuamente para crear, es una forma de adentrarse en si mismo y encontrar nuevas rutas dentro de su mente y su inventiva. De igual forma puede ser una forma de entrar en rigor, de pulir la obra misma alcanzando la perfección que los sentidos en estados normales no percibirían.
La literatura ha dado grandes ejemplos de ello. Susan Sontag, Stepen King, Jean Paul Sartre y Jack Kerouac con sus compañeros de la Beat Generation son un excelente ejemplo de que la trascendencia de algunas de sus obras radica en la inventiva provocada por algún tipo de droga. Otro ejemplo muy popular y considerablemente reciente es Bryan Lewis Saunders, quien ha realizado una serie de autoretratos bajo la influencia de alguna droga distinta durante cada día de lo que duró su proyecto, pero crear bajo la influencia de alguna droga también ha sido ocupado por gente como Andy Warhol y Jean-Michel Basquiat por mencionar nombres establecidos, aunque con certeza existen otros tantos creadores que han compuesto alterando sus sentidos. Esta practica también se extiende a la música, la filosofía y cualquie disciplina que requiera de la inventiva y producción de una acercamiento distinto a algún objeto de estudio que puede ser el arte, la realidad, los pensamientos o nosotros mismos.
Ello no quiere decir que todo lo que se llegue a crear bajo efectos de la drogas sea algo que valga la pena obligatoriamente ya que, como cualquier producto artístico, su trasendecia tiene que ver con el valor mismo de la obra y sus implicaciones con su entorno.
