Trozos de nuestro espíritu quedan sobre imágenes virtuales, el papel fotográfico no miente, pero la magia al exponer las pasiones del espíritu, quedan a cargo del alquimista de la percepción, el fotógrafo. Las llamas de un flash invisible, del relámpago de la observación, ayudan a conjurar las maravillas detrás del enamoramiento de los sentidos.
La historia detrás del negativo, está siendo escrita bajo la mirada, mandato sin precedente donde los dioses convergen con el poder de cambiar la realidad; así el artista de la fotografía, se vuelve un entidad divina de la representación del mundo, donde los recuerdos suman más de mil acontecimientos y el diálogo personal para quien la mira desde su propia existencialidad.
En un abrir y cerrar de ojos, la contemplación es una de las armas que tiene el fotógrafo artístico, para que la sombra hable, donde la voz de la inmaterialidad se recompone, las fugaces esperas dan la oportunidad exacta para reivindicar el camino entre la compleja luz y el alivio de la lente. El comentario visual de la cotidianeidad busca gritar desde el blanco y negro de lo ideal, el paraíso prometido que emerge desde el disparador.
La obra de Charlie Uribe redescubre la faceta ilimitada del ser humano, lo que acontece en lo evidente, la afirmación constante de la exaltación, la construcción del cuerpo, del alma que gravita fuera de la fotografía, impone ante nosotros una de las explosiones artísticas más vertiginosas, un poeta de la perspectiva, que con tal maestría ha sabido llevar a la eternidad de la imagen impresa, al plano de los mortales.
Lo que compartimos como sociedad, el ideal genuino, busca trascender a través de la obra y alusión visual de la obra fotográfica de este artista Norteamericano (San Francisco). Para los curiosos y amantes del arte fotográfico, pueden visualizar la magnífica labor de Charlie U. en su cuenta de Instagram – uribe.charlie – seguro se darán cuenta que un retrato puede contener un sinfín de posibilidades, desde el reflejo de la propia particularidad