Apócrifa Art Magazine

No escribí sobre eso

Img - Yonhap (REUTERS)
Img – Yonhap (REUTERS)

Y así muchas veces escribo sin querer pensar, en un devaneo exterior,
dejando que las palabras me hagan fiestas, niño pequeño en su regazo.

Fernando Pessoa

No sé quién me gusta más. Si Bukowski o Fonseca. Es que a Bukowski lo obsesionaba por sobre todo, la cuestión del sexo. A Fonseca, la muerte. Y a mí, a decir verdad: ambas. Por eso la duda. Cuando no estoy pensando en sexo, estoy pensando en la muerte. O en ambas a la vez. Y cuando no pienso en ninguna de las dos, es porque estoy escribiendo. Claro que siempre que escribo todo termina siendo sobre sexo o sobre muerte, pero qué más da.

Escribir es casi lo mismo que pensar. O mejor dicho: es pensar en diferido. De hecho, yo solo me doy cuenta de lo que pienso cuando escribo. Como Pacheco, que decía algo así como que estaba acostumbrado a ver lo que pensaba. Y que si no veía lo que estaba diciendo ¿cómo iba a pensar?

También recuerdo cierta anécdota del ganador del Premio Nobel en 1976, Saúl Bellow: cuando le preguntaron qué sintió al enterarse del premio, contestó: “No lo sé. Aún no escribí sobre eso”. Cosa que me parece fantástica, déjenme acotar.

Todo esto que les digo, es en serio, no les miento. ¿Suena un poco estúpido, no? Lo siento pero no hay nada que hacerle. Es fatalmente así. Téngase en cuenta que funciona casi como una especie de auto-terapia, una conversación íntima, muy íntima. Aunque aclaro que no soy el primero que dice cosa semejante, que conste. Que luego siempre hay alguien que se confunde y despotrica sus venenos o sus mojigaterías.

Por otro lado, tampoco sé quién me gusta más. Si Cortázar o si Hemingway. Es que parece que el gran cronopio decía que sus tormentas personales las iba resolviendo a su manera, es decir, escribiendo y con ese sentido del humor que bien lo caracterizaba.

Por su parte, Hemingway era mucho más directo, claro. Ya que dijo alguna vez que su psicoanalista era su máquina de escribir. Así nomás, sin vueltas. Directo como una bala que atraviesa la carne y el cerebro, en plena noche de Ketchum.

Creo que ya he dicho mucho. Y es un poco tarde, es verdad. Pero a estas alturas eso no tiene ninguna importancia. Creo que me serviré otra copa de vino para intentar decidir algo. Y es que hay mucho en qué pensar.

Es decir: mucho que escribir.

Salir de la versión móvil