Manifesto y The Square.
El cine es capaz de ofrecer miradas reveladoras sobre nuestra comprensión del arte contemporáneo. Producciones como Manifesto, de Julian Rosefeldt, y The Square, del polémico Ruben Östlund, confirman lo anterior. Ambos filmes, de formas refractarias, nos posicionan frente al arte posvanguardista y, al mismo tiempo, ofrecen algunas tesis para interpretar la sensibilidad de nuestros días. Con ellos, el cine se vuelve un medio de reflexión sobre las propias condiciones del quehacer artístico.
Manifesto es un film que explota la tan aclamada versatilidad de Cate Blanchett a la vez que nos conduce, mediante un tempo dinámico, por citas y fragmentos de los principales manifiestos que, desde principios del siglo XX a día de hoy, han forjado las ideas y los programas de la experimentación artística y social de la modernidad tardía. Se trate de los compromisos formales con el arte puro o de los intentos de superar la dicotomía entre el arte y la vida cotidiana, Manifesto ofrece un montaje visual y textual de las ideas que superaron el modernismo decimonónico.
Con algunos planos notables y una diversidad de escenarios, Rosefeldt muestra el paso del tiempo sobre esa breve enciclopedia de citas que prometen romper con todas las herencias del pasado y que buscaban dar a luz un futuro absolutamente nuevo: los postulados de la ruptura total son ahora el dictado adecuado para unos niños de kínder, los atrevimientos sociales se convierten en una oración llena de buenos deseos que aburren a la familia antes de la cena. La ironía es que la propia vanguardia se ha convertido en un canon que intentó por todos los medios acabar con los cánones de la experimentación artística. Pero, ¿un film que se reconoce vanguardista no cae en la misma contradicción?
A lo largo de toda la película el arte contemporáneo entorpece la vida cotidiana: las esculturas cinéticas impiden el diálogo entre los amantes, los encargados de limpieza barren las instalaciones hechas de cenizas, etc.
Ambos films nos hablan del arte de formas diferentes: si Rosefeldt muestra el anacronismo de todo ideario vanguardista –incluyendo el suyo propio-, Östlund representa la mirada conservadora de más de un crítico modernista que preferiría seguir viviendo en el siglo XIX. ¿A qué ideas podremos llegar nosotros?
Más contenidos así!!! Fabuloso artículo