Apócrifa Art Magazine

Fotógrafo de guerra, Maxim Dondyuk

La masa jamás se siente satisfecha.
Mientras le quede alguien por engullir, mostrará su apetito.
Elias Canetti, Masa y poder.

Ucrania, invierno del 2013. El gobierno colapsa y las multitudes se arrojan a las calles. Las facciones están definidas: hay quienes quieren un país afincado en la realidad global actual, y hay quien busca en el pasado reciente de la Unión Soviética su nación, quien abraza a Rusia como aliado y baluarte. Éste es el contexto que el fotógrafo Maxim Dondyuk (1983) retrata en su obra “Cultura de la confrontación”.

El ojo de Dondyuk permanece distante a los hechos de esta guerra civil en Ucrania. Aunque es heredero de la mejor tradición fotográfica (de Robert Capa a James Nachtwey), hay un vínculo emocional y humano que él trasciende, no sé si en el mejor sentido del término. Me explico: sí, su foto busca retratar la guerra, pero su afán estético de representar la belleza de la destrucción y del caos parece superponerse a la función más típica del fotógrafo de guerra. Sus relatos fotográficos tienden al lirismo mientras se alejan de la narración; las ideas que expresa son ambiguas y genéricas, no específicas y controversiales.

Esto no es necesariamente un aspecto que viene en detrimento de la imagen; todo lo contrario, la realza y le otorga una calidad “irreal” a todo aquello que debería ser fiel a la realidad captada por el fotógrafo. Dondyuk problematiza el límite entre realidad y ficción toda vez que la forma en que se toma la fotografía rebasa y pone en segundo plano el contenido (la guerra, el dolor, la sangre).

Tal vez ésta sea la virtud central de este hombre, está en búsqueda de un modo de representar la masa sin rostro. Unas llantas en llamas, una bandera en jirones, o incluso la luz del amanecer: éstos son los nuevos atributos de la masa, según Maxim Dondyuk.

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