Apócrifa Art Magazine

Felipe Ehrenberg

Felipe Ehrenberg

Cíclope de billar (1972), impresión mimeográfica.

El rebelde hasta los huesos

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En México, desde el año 1918, cada 15 de Mayo se celebra el Día del Maestro. Fue el entonces Presidente de la República, Venustiano Carranza, quien decretó esta fecha para la celebración de los que dedican su vida a la enseñanza, basándose en el santoral católico, que ya celebraba a San Juan Bautista La Salle.

La fecha también coincidía con la celebración del triunfo del Ejército Republicano sobre el Imperial en Querétaro, en 1867. A nivel mundial, se celebra el 5 de octubre, pero no lo digan a nadie, a menos que quieran otra suspensión en el calendario oficial.

En la actualidad, hablar de “maestros” en México es inevitablemente entrar en terrenos complejos. Señalo esa palabra, porque no es lo mismo ser profesor, enseñante, docente o catedrático. Estos términos en sí, tienen sus diferencias; pero ser Maestro, eso es harina de otro costal. Independientemente de cuestiones etimológicas; un profesor o docente puede enseñar sobre cualquier área en la que haya estudiado, o se haya especializado.

Un Maestro, a través de cualquier cosa que te esté compartiendo, te enseña para la vida. Ya lo he dicho antes: Existen infinidad de profesores, pero muy pocos Maestros. De los profesores, hay que aprender todo lo que se pueda. De los Maestros, hay que seguir su ejemplo. 

Fernando Llanos me habló de Felipe Ehrenberg por primera vez, al calor de una botella de mezcal.

No podía creer que había yo terminado una licenciatura en Historia del Arte y nadie me había hablado de su importantísimo trabajo. De inmediato le escribí, y la respuesta fue tan maravillosa como la esperaba. Sí, él era un tipo que yo quería tener en mi vida. Quería aprender de él. Para mí, como para muchos otros en México y el mundo, Felipe Ehrenberg fue un Maestro. Cada uno de los que lo conocimos, atesoramos anécdotas y recuerdos; regaños y sermones como sólo él podía darlos. Pero ojo, un regaño suyo estaba lleno de consejos y sobre todo, de ideas; de posibilidades.

Mucho se ha escrito sobre su vida y obra, y mucho más se escribirá. Él rompió más paradigmas de los que se pueden ver a simple vista en en la Historia del Arte Mexicano. Pero el tiempo demostrará que su legado va más allá del Arte. Fue un hombre fuera de lo ordinario: neólogo, protector, esposo, cariñoso, amigo, padre, abuelo, irreverente, hijo, artista, activista, escritor, políglota, generoso, irónico, compadre, transgresor, crítico, ciudadano, agregado cultural, actor, poeta, productor, politólogo… y tal vez después de su muerte, en algunos aspectos: incomprendido.

Trabajamos juntos en varios proyectos, que ahora veo más como regalos que me hizo, que como trabajos. Todavía no logro revisar nuestra correspondencia sin llorar. Lamento mucho el dolor que su súbita partida dejó en su gente más cercana, y lamento el enorme hueco que queda en el Arte sin su presencia. Espero que todos lo vean siempre como El Cimarrón que fue, que entiendan que su innata libertad de ser, estuvo siempre e inevitablemente por encima de cualquier convencionalismo. Así hay que recordarlo. Así hay que aceptarlo. Así hay que amarlo.

Amigo y Maestro de muchos, no es casual que haya partido un 15 de mayo. Donde esté, espero que reciba este agradecimiento por todo lo que me enseñó.

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