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Etgar Keret: el arte de narrar

Etgar Keret

A lo largo de las páginas de uno de los escritores israelíes contemporáneos más importantes, por su puesto me refiero a Etgar Keret (Tel Aviv, 1967), se pueden inferir, al menos dos cosas: primero, que el cuento corto vive uno de sus momentos más notables tanto en el nivel de la escritura, lectura y de la crítica, y, segundo, que las obras de Keret son una especie de incentivos para replantear la necesidad de reinventar nuestro contexto o nuestras ideas con base en el arte de narrar.

Es decir, frente a la ola de titulares de prensa internacional o los anuncios de los irreales programas de televisión, los cuentos del escritor israelí invitan constantemente al lector a detenerse por unos minutos (inicialmente) frente a la página, dejar de lado la rutina y comenzar un ameno coloquio sobre las inverosímiles, pero totalmente posibles situaciones que exponen los personajes y que retratan actitudes o preocupaciones humanas tan ineludibles como incómodas: la búsqueda de un equilibrio permanente en otra realidad (“Universos Paralelos”), la necesidad de encontrar el sentido de la existencia en el más allá (Pizzería Kamikaze), la certera pero solitaria resistencia ante la felicidad impuesta (“Tan estupendamente bien”) o la lucha constante por ser alguien o algo más (“Pez dorado”).

Pero Keret no sólo es un escritor versátil que ofrece temas atrayentes con títulos intrigantes o portadas sugerentes. Su obra narrativa ha confirmado que sus reflexiones sobre la generación y desarrollo de piezas textuales es el resultado de una consciencia creadora acerca de hipotextos y aspectos culturales importantísimos como la Biblia, aunada a un conocimiento acusado de la condición humana; aquella que reside en los lectores del siglo XXI. En los cuentos de Keret, la palabra no sólo es expresión de un espacio y tiempos predispuestos en el papel, sino un ejemplo de la inventiva sumamente sofisticado que ha merecido el éxito generado y que desencadena un diálogo continuo entre las grandes letras de la tradición y las voces que conforman las ciudades:

Porque este cuento no sólo narra, sino que también escucha. Y, como suele decirse, es todo oídos ante los deseos del público lector. Así que cuando el público lector se haya cansado de él y quiera ponerle fin, él no piensa arrodillarse de rodillas pidiendo clemencia hasta aferrarse a los cuernos del altar, sino que simplemente se acabará (“Cuento vencedor”, 2013).

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