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El molde de la belleza convulsiva, Ronit Baranga

La belleza es convulsiva o no es nada en absoluto.
André Breton

El arte de la cerámica es una tradición milenaria a la que la eventualidad del tiempo y la evolución de la técnica le han conferido nuevos significados de representación. Es a través de estas nuevas formas estéticas que la artista israelí Ronit Baranga sustenta su fantástica obra, en la que los límites de lo figurativo se trastocan con los valores de lo simbólico; como alegorías a la vida y a la muerte.

Ronit Baranga (Israel, 1973) realizó estudios de Arte en la Escuela de Arte de Bet-Berl, sin embargo, ya contaba con tres licenciaturas, una en Literatura Hebrea, una más en Historia del Arte y otra en Psicología. Por lo que su codificación y entendimiento del arte es el resultado de procesos mentales estrechamente relacionados con sus estudios académicos.

La obra de Ronit es la representación de la figura humana, descontextualizada de su concepción natural. A través de materiales como la arcilla, el esmalte, el vidrio e incluso la estampa, las muchas figuras (entre las que oscilan vasijas, jarrones, tazas, platos, teteras) tienen una proporción amorfa, en la que intervienen, de manera deliberada, formas de miembros humanos: bocas, dientes, ojos, dedos y manos.

Esta concepción del cuerpo como un detalle, que si bien se convierte en el centro contemplativo, es una recurrente manifestación de la escultura de Baranga. Cada extremidad corporal representada tiene un propósito y un significado, pues se trata de figuras sugestivas, provocadoras e incluso atrayentes.

Las manos son un elemento evocativo en más de una obra. Manos que se retuercen, que se abren o se cierran en un puño, otras más que muestran la languidez de los dedos, las grietas de las palmas o la pulcritud de los dedos. Muchas manos o una sola, en la superficie de un plato o en la base de una tetera. Manos que no pertenecen a un cuerpo, pero que existen en un espacio vacío en el que lo verdaderamente importante es el poder de lo fantástico y lo imposible.

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Por supuesto, la obra de Ronit alude a los elementos del surrealismo. Sin embargo, sus representaciones van más allá de las experiencias oníricas. De hecho, sus figuras están inspiradas en la estética de lo grotesco, de lo siniestro, de lo que Freud consideraba una vivencia contradictoria, donde lo extraño se presenta como conocido y lo conocido se torna extraño.

Reconocemos las manos con familiaridad, sabemos que la figura representada es humana, sin embargo no podemos asegurar que esa metáfora sea totalmente una representación de lo humano, pues hay un elemento que no podemos definir.

La obra de Ronit Baranga siempre pone en incertidumbre a la intelectualidad, por lo que su apreciación es inquietante y seductora.

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