El cuento de hadas en dos fotografías de Yvonne Venegas

Un dato que nada tiene que ver con la fotografía contemporánea. En 1995, tras una crisis económica en México, Alfonso Cuarón filma el remake de The Litte Princess. Casi una alegoría: el revés de la fortuna de la protagonista iba de la pantalla del cine a la realidad nacional. Como si se tratara de un fotograma de La princesita, Yvonne Venegas plasmó, varios años después, a dos bellas jóvenes atribuladas. Autora confesamente obsesionada por el atractivo de las clases alta y media alta del norte del país, ha fotografiado insistentemente a mujeres ricas en sus series The Most Beautiful Brides of Tijuana (2000-2004), y San Pedro (2017).

Cuento de hadasLa nébula fantasiosa de las fotos a tratar —pertenecientes a las series Inédito (2006) y María Elvia de Hank (2006-2010, respectivamente—, así como la paradójica pátina de opulencia y simpleza, hacen de ellas espacios de tensión donde ficción y realidad se difuminan. El concepto del álbum de familia que Yvonne desarrolló en sus proyectos guarda cierta relación iconográfica, digamos, con la retratística de la sociedad mexicana del XIX. A diferencia de aquellos lienzos en los que los personajes representan obedientes el rol que su sociedad les ha asignado, aquí vemos a las retratadas en aislamiento, proyectando un sutil descontento. Inmersas en un laberinto de apariencias, reflejadas en la opacidad de su objeto lujoso inmediato (un plato dorado, una piscina), estas princesitas posindustriales ofrecen una nota melancólica al fotoreportaje de élite.

La iconografía de la pobre niña rica es aún más evidente en la obra del pintor británico Frederick Morgan (1847-1927), síntoma kitsch de una sociedad industrial aún presta a entretenerse con el anacrónico tableau vivant, tal y como describía Louisa May Alcott en su primera novela, The Inheritance (1849), donde unas jóvenes se entretienen recreando las poses y vestimentas de distintos cuadros renacentistas. Sin embargo, allí donde la imagen kitsch, al apelar únicamente a la tierna y noble emoción, está vaciada de cualquier tipo de relato, Venegas incita a que el espectador devenga narrador. Para Walter Benjamin, el narrador originario es y seguirá siendo el narrador de cuentos de hadas, un antídoto ante las atribulaciones y pesadillas que el mito impone al hombre.1

Cuento de hadasAsí, al ver la foto de Anahí en el set de grabación de Rebelde, tendríamos que narrar el cuento de hadas mediático que la envuelve, y que se repliega en la gran cantidad de fan art brasileño inspirado en ella, representada como hada o ángel, así como en el personaje animado que Disney creó a partir de sus rasgos, a propósito de la película de Barbie titulada A Fairy Secret.2 El cuento de hadas va más allá de la devoción de sus fans y llega hasta la espectacularización de su boda con el actual gobernador de Chiapas. A su vez, el gesto hádico de la pequeña invitada de caireles dorados en los festejos de la familia Hank Rhon nos remite a las fotos de las ninfas incidentales que retrataba Lewis Carroll.

Bien sabemos que el cuento de hadas acarrea un subtexto de mayor complejidad. Según Bruno Bettelheim, «los cuentos de hadas, como todas las verdaderas obras de arte, poseen una riqueza y una profundidad tales, que trascienden más allá de lo que se puede extraer mediante un examen superficial».3 Las fotografías de Venegas operan de forma parecida; poseen una capa de significación textual de mayor espesura sociohistórica, económica, o de género, sin desasociarse de la ilusión que las tiñe, propia de sus construcciones visuales, coloridas ilustraciones de aquel interminable cuento de hadas del neoliberalismo mexicano.

1. Walter Benjamin, “The Storyteller”, en Illuminations. Essays and Reflections, (New York: Schocken Books, 2007), 102.
2. “Disney hace hada inspirada en Anahí.” El Universal, 8 de diciembre, 2012. http://archivo.eluniversal.com.mx/espectaculos/119368.html
3. Bruno Bettelheim, Psicoanálisis de los cuentos de hadas (Barcelona: Crítica, 1994), 23.

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