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Atlantis de Valentyn Vasyanovych

Atlantis de Valentyn Vasyanovych - Apócrifa Art Magazine

El humanismo post-apocalíptico

Atlantis (2019) es la más reciente cinta del director ucraniano Valentyn Vasyanovych en la que por medio de la ciencia ficción ensaya sobre temas contemporáneos como la soledad, las relaciones humanas, la violencia, el desarraigo y los seres humanos ante la devastación. Desde la primera secuencia – arropada en un filtro de visión calorífica – nos muestra un entorno hostil derivado de una guerra en la que los sobrevivientes tienen que subsistir entre los escombros de una nación derruida.

Desde un sentido más contemplativo y realista, a diferencia de otras cintas que retratan futuros distópicos, en Atlantis, no observamos la hecatombe producto del conflicto bélico, si no los residuos de un desastre de esa magnitud. Del mismo modo, quienes aparecen en la cinta, no combaten contra zombis ni rivalizan por las materias primas, la violencia se cifra en pequeños detalles mientras su búsqueda es por la restauración de algo a lo que puedan llamar hogar.

La película se sitúa en el año 2025 en las demarcaciones de Ucrania oriental, un año después de una guerra que ha terminado por devastar aquel territorio a tal grado que apenas resulta habitable. Teniendo como fondo un desierto gélido, seguimos a Sergey, un ex soldado que sufre de estrés postraumático, su normalidad transcurre entre la monotonía de un trabajo como obrero en una fundidora y practicar tiro al blanco en los páramos desolados junto a otro ex combatiente azorado por una severa depresión. Cuando la fundidora en la que trabaja finalmente se ve obligada a cerrar, Sergey se ve forzado a encontrar una nueva forma de hacer frente a las circunstancias y lo consigue de forma azarosa al unirse a la misión tulipanes negros – dedicada a exhumar cadáveres de guerra por todo el territorio –.

Por medio de secuencias lentas y hermosos planos abiertos, se ilustra la desolación que no solo subyace en el exterior de una zona de guerra, sino en el interior de los habitantes que en ella coexisten. ¿Qué sentido puede prevalecer después de destruirlo todo? Esa es la disyuntiva que los habitantes de este futuro se preguntan mientras se encuentran aferrados a una tierra que no puede darles sustento, pero que reconocen como su único hogar.

Atlantis está más cerca de la línea de futuros distópicos que se preguntan por él la esencia de lo humano después del desastre, las nuevas formas de interrelación que se armonizan con el presente en cuanto a que cada vez son más efímeras y utilitarias. El escenario que se nos plantea figura como realista en referencia a los resultados de las actuales crisis económicas, las tensiones geopolíticas e inclusive, la actual pandemia como pulsión en la ruptura de un humanismo que nos congregue a repensar las formas de comunidad y bienestar social.

A pesar de todo ello, Vasyanovych cifra cierto halo de esperanza en la cinta. A pesar de la destrucción y sus consecuencias – palpables en los cuerpos que exhuman Sergey y sus compatriotas –, existe un deseo por erguir de nuevo un hogar, un sitio habitable para recomenzar y reconectar con los otros; por encontrar en el calor de los otros un sitio donde resguardarse y al mismo tiempo protegerlos.

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