Pero la literatura se hace primero con silencio.
Jean-Paul Sartre
A veces adoptan esa forma. Nuestro hombre lo sabe bien.
Al principio el asunto lo sorprendió un poco, no tiene sentido negarlo. Lo bueno del caso es que, a estas alturas, ya no se extraña de las manifiestas facultades maleables que suelen presentar. Sobre todo, la forma en que son capaces de aparecer así, abruptamente. Allí donde solo existía el vacío, brotan incesantemente, de la nada. Manera tan sutil, tan axiomática, de recordarle su importancia innegable, su profunda significación.
Sin pensárselo demasiado, arroja las palabras al aire y prepara el semblante entrecerrando los ojos con fuerza. No sea cosa que se le cuelen por las cavidades orbitarias y se vayan deslizando por el nervio óptico, para terminar directo en los vericuetos insondables del cerebro.
Es posible que las necesite más tarde, se dice mientras disfruta la fricción de los vocablos en la frente, en las orejas y discurriendo lentamente desde la base del cráneo hasta la nuca.
Que justo hoy toca hablar con el jefe para plantearle la posibilidad del aumento de sueldo y la cuestión pendiente de las vacaciones, claro. Luego de sudar la gota gorda todo el santo día, para volver a casa e intentar convencer a la dueña que exige los meses adeudados del alquiler. Y los niños con sus deberes escolares, eso siempre y cuando hayan podido ir a la escuela. Que a veces ni alcanza para los útiles y otras, ni para el calzado, ni para el almuerzo, ni para casi nada.
Es posible que luego de todo eso, las necesite para el momento previo al sueño. Cuando la habitación se inunda de una cálida penumbra y ambos llegan al lecho rendidos pero tranquilos, cansados de la poca suerte y la mala vida.
Nada que hacer. A veces adoptan esa forma, mejor acostumbrarse